El conflicto entre Israel y Palestina lleva tantas décadas abierto que ya forma parte de la historia reciente de ambos pueblos. Los artículos muestran muy bien esta realidad, no es sólo un problema político, sino también humano y moral. En ellos se refleja el sufrimiento del pueblo palestino, especialmente por la ocupación, los bombardeos y el bloqueo, pero también se recuerda que el conflicto tiene raíces profundas y que las responsabilidades están repartidas entre muchos actores, no sólo en Hamas. Detrás de todo esto hay decisiones tomadas hace años que han marcado el camino y que siguen afectando a la situación actual.
El origen del conflicto está en un choque de aspiraciones nacionales; dos pueblos reclamando el mismo territorio. A lo largo del tiempo, migraciones masivas, guerras, expulsiones y la expansión de asentamientos han ido empeorando esta disputa. Hubo momentos en que pareció posible encontrar una salida, como con los Acuerdos de Oslo, que planteaban convivir en dos Estados. Pero la violencia constante, los ataques terroristas y las represalias militares hicieron imposible avanzar. El asesinato de Isaac Rabin, uno de los pocos líderes israelíes que apostó realmente por la paz, demuestra cómo los extremismos pueden destruir cualquier intento de acuerdo.
Los artículos también señalan que la situación actual en los territorios palestinos va en contra del derecho internacional: bombardeos a zonas civiles, bloqueos que impiden el acceso a lo básico, destrucción de hospitales y colegios, desplazamientos forzosos, etc. Todo eso crea un sufrimiento enorme que afecta sobre todo a la población civil, que vive entre el miedo y la incertidumbre. Aun así, también hay que reconocer que Hamas ha cometido crímenes graves, como atentados y secuestros de civiles, que alimentan el odio y el miedo dentro de Israel. Ignorar esto sería injusto y no ayudaría a entender el conjunto del conflicto.
A todo esto se suma la influencia de las grandes potencias. Estados Unidos es el actor más determinante: su apoyo político y militar a Israel condiciona cualquier posibilidad de cambio. Rusia intenta usar el conflicto para ganar peso en la región, apoyándose en países como Irán o Siria. China, por su parte, adopta un papel más diplomático, intentando mostrarse como mediadora, aunque sin implicarse demasiado. También influyen países de la zona, como Irán, Turquía, Egipto o Arabia Saudí, que utilizan el conflicto según sus propios intereses.
Por todo esto, el conflicto no avanza hacia la paz, no sólo por lo que pasa dentro del territorio, sino porque a nivel internacional nadie asume el coste de presionar de verdad para que haya dos Estados. Mientras continúen la ocupación, la desigualdad y la falta de voluntad política, el ciclo de violencia seguirá repitiéndose y las víctimas seguirán siendo las mismas: civiles inocentes que sólo quieren vivir en paz.